El Tour de Trump, el evento que nadie pidió (y todos recordamos)

Ciclismo Libros de Ruta Marcos Pereda  gettyimages-528146682-612x612-1-300x204 El Tour de Trump, el evento que nadie pidió (y todos recordamos)

El Tour de Trump es, sin duda, uno de los episodios más surrealistas de la historia del ciclismo. Imagínate a Donald Trump, con su inconfundible melena al viento (en los días buenos) y su afán de dominar todo lo que toca, decidiendo que el deporte de las dos ruedas necesitaba un pequeño empujón. Así que allá por 1989, en pleno apogeo de los trajes de hombreras y la música de sintetizador, se le ocurrió que el mundo necesitaba un «Tour de Francia» versión USA… pero, por supuesto, con su nombre bien grande: ¡el “Tour de Trump”!

¿Qué narices es esto del Tour de Trump?

La cosa iba en serio. Trump quería una carrera ciclista que rivalizara con el mismísimo Tour de Francia, ¿por qué no? Greg LeMond ya había demostrado que los estadounidenses podían hacer algo de ruido en Europa, así que Trump pensó que era el momento de hacer una carrera épica, a lo grande.

Ahora, pongámonos en situación: no estamos hablando de una cicloturista con cuatro ciclistas del barrio. ¡No, no! Donald Trump decidió meterle unos 10 milloncejos de dólares al asunto y atrajo a varios equipos punteros y ciclistas con caché. Todo se montó con un glamur digno de Las Vegas. Los espectadores no sabían si estaban viendo un evento deportivo o un festival de egos y billetes en directo.

El primer Tour de Trump: bicis, pancartas y un caos organizado

En mayo de 1989, el primer Tour de Trump arrancó en Albany, Nueva York, y terminó en Atlantic City, Nueva Jersey (casualidad, allí estaban sus casinos). Los ciclistas atravesaron kilómetros y kilómetros de carreteras, de varios estados del noreste americano, entre banderas, pancartas y el nombre de «TRUMP» en letras bien grandes en cada esquina, como si no hubiera nadie más importante que él en el planeta.

Pero, claro, no todo fue perfecto. En una de las etapas, a algún despistado se le olvidó cortar el tráfico y los ciclistas se encontraron con coches en mitad del pelotón. Fue un caos digno de una película, con ciclistas esquivando coches y conductores mirando sin entender qué hacía ese pelotón de hombres vestidos de licra en medio de la carretera.

El segundo Tour de Trump: una secuela con menos brillo (y menos billetes)

Un año después, en 1990, el Tour de Trump volvió para una segunda edición, porque todos sabemos que no hay nada como una secuela, aunque no siempre salgan bien. Esta vez la carrera se alargó hasta Boston y, aunque el glamur seguía ahí, ya se empezaban a notar algunos «pequeños problemas financieros». Trump estaba en crisis y sus problemas económicos iban en aumento, así que lo de seguir tirando millones al evento no le salió tan a cuenta.

Al final, y como suele pasar con los caprichos caros, Trump se largó antes de que el barco se hundiera. La carrera fue rescatada por la multinacional DuPont, que la renombró como el Tour DuPont. Por un tiempo, la cosa funcionó y siguió como el evento ciclista más grande de Estados Unidos, aunque sin el glamur ni el ego de su predecesor. Pero oye, ¿a quién le importa cuando ya no tienes a Donald apareciendo en helicóptero para la foto?Ciclismo Libros de Ruta Marcos Pereda  cdf66c7d-9d5b-4d41-9ad6-5842dd6a928d_original-libre-aspect-ratio_default_0-300x169 El Tour de Trump, el evento que nadie pidió (y todos recordamos)

El Tour de Trump, el evento que nadie pidió (y todos recordamos)

Es imposible hablar del Tour de Trump sin sonreír un poco, porque, a ver, ¿quién en su sano juicio crea una carrera ciclista y le pone su propio nombre? Pero así era Trump: puro espectáculo. El Tour de Trump fue, en realidad, un reflejo de esa época dorada del exceso y el ego en su máxima expresión. Al final, esta carrera fue un momento breve pero brillante, como una estrella fugaz… o una telenovela que amas odiar. ¿Un evento a la altura del Tour de Francia? Ni en sueños. Pero nos dejó una historia que, por surrealista, nunca olvidaremos.

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