Los maillots de ciclismo más bonitos y relevantes de la historia: elegancia sobre ruedas

Ciclismo profesional Giro de Italia Libros de Ruta Tour de Francia Vuelta a España  maillots-300x300 Los maillots de ciclismo más bonitos y relevantes de la historia: elegancia sobre ruedas El ciclismo es mucho más que una competición deportiva, es una pasión que ha perdurado a lo largo de los años. A medida que los ciclistas pedalean por montañas, llanuras y carreteras de todo el mundo, no solo demuestran su resistencia y destreza, sino que también llevan consigo la historia y la tradición de este deporte en forma de maillots. Estas prendas no solo representan la identidad de los equipos y los patrocinadores, sino que también simbolizan la grandeza de los ciclistas que las han llevado. En este artículo, exploraremos algunos de los maillots de ciclismo más bonitos y relevantes de la historia, y recordaremos a los grandes campeones que los han vestido.

1. El maillot amarillo del Tour de Francia: el sueño de todo ciclista

El Tour de Francia es la competición ciclista más prestigiosa del mundo, y el maillot amarillo es el más codiciado. Este icónico maillot se introdujo en 1919 y se ha convertido en el símbolo de la excelencia en el ciclismo de carretera. Llevarlo pone a los ciclistas en el centro de atención y les otorga un estatus de celebridad instantánea. Grandes nombres como Eddy Merckx, Jacques Anquetil y Miguel Induráin han vestido el maillot amarillo, convirtiéndolo en un emblema del éxito y la perseverancia.

2. El maillot arcoíris del Campeonato Mundial: un honor efímero

El maillot arcoíris, otorgado al campeón mundial de ciclismo en ruta, es una prenda única y hermosa. Con sus rayas horizontales de colores brillantes que simbolizan la unidad global del ciclismo, este maillot es un sueño para cualquier ciclista. La lista de campeones que lo han vestido es una galería de leyendas, que incluye a ciclistas como Eddy Merckx, Fausto Coppi, Óscar Freire, Peter Sagan, Julian Alaphilippe o Greg LeMond. El maillot arcoíris es efímero, ya que solo se lleva durante un año, lo que lo hace aún más especial.

3. El maillot verde del Tour de Francia: la caza de los esprínteres

El maillot verde del Tour de Francia, también conocido como el maillots de los puntos, se otorga al mejor esprínter de la competición. Con su vibrante color verde, este maillot simboliza la velocidad y la agresividad en el pelotón. Grandes figuras del ciclismo como Mario Cipollini, Mark Cavendish o Peter Sagan han ganado el maillot verde, convirtiéndolo en un símbolo de habilidad y destreza en las llegadas masivas.

4. El Maillot de lunares del Tour de Francia: Rey de la Montaña

El maillot de lunares del Tour de Francia se otorga al «Rey de la Montaña» y es uno de los maillots más icónicos del ciclismo. Con sus puntos rojos sobre un fondo blanco, este maillot premia a los escaladores más valientes y resistentes de la competición. Grandes nombres como Richard Virenque, Federico Bahamontes y Luis Herrera han conquistado las cimas del Tour de Francia y han llevado este distintivo maillot.

5. La maglia rosa del Giro de Italia: pasión italiana

El Giro de Italia, otra de las grandes vueltas, cuenta con un maillot igualmente emblemático: la maglia rosa. Con su elegante color rosa, este maillot es un símbolo de la pasión y el amor por el ciclismo en Italia. Ciclistas como Eddy Merckx, Fausto Coppi y Bernard Hinault han llevado la maglia rosa, dejando una huella imborrable en la historia del ciclismo.

6. El maillot blanco del Tour de Francia: promesa del futuro

El maillot blanco, o «maillot de los jóvenes», se otorga al mejor ciclista joven en el Tour de Francia. Este maillot simboliza la promesa y el potencial de los jóvenes ciclistas que compiten en la carrera. Futuras estrellas del ciclismo como Laurent Fignon, Jan Ullrich, Andy Schleck o más recientemente Tadej Pogacar han lucido con orgullo este maillot antes de alcanzar la cima en sus carreras.

7. El maillot azul del Giro de Italia: montaña y resistencia

El Giro de Italia también tiene su propio maillot distintivo de la montaña, la maglia azzurra. Este maillot se otorga al líder de la clasificación de la montaña y premia la capacidad de resistencia y escalada. Grandes campeones como Marco Pantani y Claudio Chiappucci han conquistado las cumbres de Italia y se han enfundado este emblemático maillot.

8. El maillot rojo de la Vuelta a España: el más joven de las grandes vueltas

La Vuelta a España otorga su propio maillot rojo, que simboliza el liderazgo de la general. Grandes ciclistas como Bernard Hinault, Pedro Delgado y Alberto Contador han ganado la Vuelta a España, pero no todos han vestido este maillot, solo Contador en el caso de estos tres, ya que tras múltiples cambios (amarillo, dorado..) apenas lleva entregándose al vencedor desde 2010. De manera efímera, también se entregó el maillot rojo al ganador en 1945. Antes de la guerra civil, sin embargo, era naranja.

9. El maillot de campeón nacional: orgullo nacional

Además de los maillots icónicos de las grandes vueltas, los maillots de campeón nacional son una fuente de orgullo para los ciclistas y sus países. Cada año, los campeones nacionales de diferentes disciplinas, como ruta, contrarreloj y ciclocross, se enfundan maillots con los colores de su bandera nacional. Estos maillots simbolizan la excelencia y el orgullo nacional en el ciclismo.

10. El maillot de campeón de Europa: un honor continental

El maillot de Campeón de Europa es otro de los maillots más modernos y se otorga al campeón continental en ciclismo de ruta. Este maillot con los colores de la bandera europea es un símbolo de la excelencia en el ciclismo a nivel continental y un honor para los ciclistas que lo llevan y cada vez está adquiriendo más importancia.

 

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En la historia del ciclismo, estos maillots representan la grandeza y la diversidad de un deporte. Para saber más de estos maillots y de muchos más, incluidos los maillots comerciales de los erquipos, os recomendamos el libro Maillot Ciclistas de Chris Sidwells. El libro más completo, con cientos de fotografías a color, para repasar la historia del ciclismo a través de los maillots.

El día que Merckx se convenció de que podría ser invencible en Lavaredo

De todas las fuerzas hostiles a las que temen los ciclistas la nieve húmeda en las montañas es la que más los intimida. Al caer al suelo se derrite, provocando una rociada constante de agua a temperatura que roza la congelación. En un instante el ciclista se verá empapado por lo que le salta desde abajo, mientras que por encima la nieve cae sobre sus brazos y piernas desnudos, mientras el frío les quema la piel. Además del desafío que supone tener que superar pasos montañosos -algo de por sí formidable bajo temperaturas benignas- los descensos son un infierno helado, en el que unos dedos entumecidos tratan de accionar las manetas de freno sin apenas conseguirlo, mientras que las salpicaduras del suelo y los copos de nieve ciegan los ojos mientras estos intentan discernir dónde queda la siguiente curva de herradura. La hipotermia lleva al cuerpo y a la mente hasta el límite. Eso es a lo que se enfrentaron los ciclistas en la tarde de aquella decimosegunda etapa de la carrera de tres semanas que es el Giro de Italia, cuando la carrera se dirigía rumbo a Lavaredo. Aquella mañana había comenzado a llover en la salida, que estaba en Gorizia, y los estuvo empapando a lo largo de todo el día; pero cuando se acercaron a la ascensión final la lluvia se convirtió en nieve.

Por encima de la ciudad de Misurina, la Cima Piccola, la Cima Grande y la Cima Ovest de Lavaredo (Las Tres Cimas) se elevaban como dedos, todas ellas rondando los tres mil metros de elevación, en lo alto de la carretera militar que conduce al refugio Auronzo. Desde 1914 y hasta 1917 estas cimas habían marcado la frontera entre las fuerzas italianas y austriacas; la subida al refugio, a 2333 metros de altitud sobre el nivel del mar, se ha convertido en una de las ascensiones clásicas del Giro de Italia desde 1967. Aquel año, los ciclistas, sufriendo por unos desarrollos nada adecuados y bajo una tormenta de nieve, fueron empujados hasta la cima por los tifosi, por lo que la etapa fue declarada nula; en 1968, para evitar que se repitiera lo mismo, los organizadores pidieron a la policía que se alineara a lo largo de la carretera. Al igual que San Remo, Lavaredo es un lugar clave para el progreso del joven Eddy Merckx en los libros de récords. Aquí, ante la mayor adversidad que había visto el ciclismo de competición hasta la fecha, y a pesar de esa tormenta, Merckx consiguió cerrar un hueco de diez minutos que tenía respecto al grupo de escapados para ganar la etapa y sellar la primera victoria belga en el Giro de Italia.

Cuando llegó a las faldas de las Tres Cimas aquel día, dispuesto a subir la escalinata al Olimpo, Merckx ya sabía lo suficiente sobre el ciclismo profesional. Para un chico católico que había crecido en un pequeño suburbio relativamente cerrado en el que la conformidad lo era todo y en el que se observaban las reglas con gran severidad, el mundo del profesionalismo debió de ser todo un baño de realidad. Como amateur Merckx no había competido demasiado a nivel internacional. No conocía la agresividad común en las carreras italianas. Trataba de no entrar en chanchullos y no compraba ni vendía carreras, a pesar de que al haber ganado tantas carreras desde tan temprano podría haber conseguido una fortuna de hacerlo. Seguro que hubo ocasiones en las que le ofrecieran dinero por «perder» una carrera, pero no hay constancia de que jamás hiciera lo mismo.

(…)

En la salida de la etapa a Lavaredo, el decimoprimer día de carrera, la carrera seguía abierta. Michele Dancelli, el que había quedado cuarto en la Milán-San Remo de 1966 que ganó Merckx, era el portador de la maglia. Era un ciclista rocoso en las carreras de un día, pero como escalador era ramplón y estaba claro que lo iba a pasar muy mal cuando la carrera llegara a los Dolomitas. Merckx estaba en segunda posición, a dos minutos, y entre los favoritos -Merckx, Gimondi, Adorni, Gianni Motta, Italo Zilioli- no había aún nadie que estuviera destacado, así que llegaba el momento de que alguien de este pequeño grupo mostrase sus intenciones. «Llovía en la salida, y era una etapa larga, de doscientos cincuenta kilómetros si recuerdo bien», dice Adorni. «Una tappa mitica». Una etapa para la leyenda.

Al acercarse la penúltima ascensión, el Passo Tre Croce, parecía que un grupo de seis hombres que contaban con una ventaja de diez minutos se disputaría la etapa. Como de costumbre Merckx estaba echando humo por detrás. Todo el mundo apostaba a que Gimondi ordenaría a su equipo endurecer el ritmo desde el principio y evitar así que el belga atacara. Merckx quería ser el primero en soltar el guante, pero Adorni le advirtió que esperara. «No hacía más que repetir “no lograremos atraparlos”, pero yo le decía “espera, todavía no es el momento de declarar la guerra”. Atacó a dos ascensiones de la meta y se escapó. Le pedí al director deportivo que lo detuviera, y me dijo “¿y si me dice que no?”. Y yo respondí “pues si hace falta lo sacas de la carretera. ¡Pero haz el favor de detenerlo!”». Tras un intercambio de opiniones Merckx acabó deteniéndose, simulando un cambio de rueda para que no pareciese que se había detenido de manera deliberada. «En las Tre Croce me miró y le dije “ataca”, Gimondi salió a su rueda y reventó». Tras ello sería el propio Adorni quien saltó en pos del belga. Poco después, cuando el esfuerzo de atrapar a Merckx le pasó factura, el italiano dijo que su líder tendría que arreglárselas solo. «Soy ciclista, no una motocicleta» dijo después de llegar a meta.

Lo que se vio esa tarde en las alturas de Cortina d’Ampezzo fue, básicamente, una carrera de obstáculos, en la que Merckx se abría camino esquivando a los ciclistas que se encontraba carretera arriba, pasando a los que iban más lentos como si estuvieran parados. Ambos grupos, el de la escapada y el pelotón, estaban hechos pedazos. Giancarlo Polidori fue el último en sucumbir, a dos kilómetros de la línea de meta.

Las imágenes de Lavaredo son míticas: Merckx con los brazos descubiertos, apenas visible tras los copos de nieve que caen mientras varios centímetros de nieve se apilan en los márgenes de la carretera, y la gente en la meta cubiertos con impermeables y abrigos. Cruzó la línea, empujó a unos pocos que intentaban mantenerlo erguido y fue cubierto de mantas, todavía con los pies enlazados a su bicicleta por los rastrales. Motta y Zilioli terminaron a más de cuatro minutos, Gimondi a seis… unas diferencias increíbles para una única etapa de montaña. Gimondi, el vigente campeón y favorito tras su victoria en la Vuelta a España aquella misma primavera, apareció más tarde en la televisión italiana con lágrimas en los ojos, pidiendo perdón por haber defraudado a la gente. Los paralelismos con Coppi sobre las carreteras italianas resultaban obvios, y fueron puestos en relieve como correspondía. Los titulares del día siguiente incluían «sua majestia Merckx». Jean Bobet escribió: «Ha resucitado, dándole nuevo lustre, el concepto del campeón que funciona en todos los terrenos, lo que resulta de lo más vivificante para todos nosotros. La última generación de campeones era una generación de especialistas. Van Looy en las clásicas, Anquetil en las vueltas y contrarrelojes, Gaul en las montañas. Merckx es un campeón tanto en las pistas de los velódromos cubiertos durante el invierno, como en la París-Roubaix o en el Tour de Francia». Bobet alababa la sabiduría de Merckx, caracterizándolo como «maduro, con los pies en el suelo, sosegado y deudor de gran parte de sus éxitos a su sentido de la organización. No está disputando una temporada, sino toda una trayectoria». Y no olvidemos que aún no había cumplido los veintitrés años.

El resto del Giro fue un mero formalismo, tal y como se esperaría tras un golpe mortal como ese. Era la primera victoria belga en el Giro, pero ese pequeño logro histórico no significaba nada comparado con la importancia de la victoria para el propio Merckx. Desde que pasó a profesionales había logrado la Milán- San Remo, los mundiales y la París-Roubaix. Se había labrado una gran reputación, había conseguido un fichaje de relumbrón con el que se convertía en el líder en solitario de uno de los mejores equipos del ciclismo y su respuesta fue lograr el Giro. Lavaredo fue el momento de su confirmación. «Una victoria de lo más lógica teniendo en cuenta cómo había corrido, dada su fortaleza física, pero allí comprendió de verdad a lo que podía aspirar», dice Adorni. «Antes, cuando disputaba una carrera por etapas, no sabía de lo que su físico era capaz. No sabía qué podía ocurrir, la fuerza que tenía. Después del Giro y el Tour, hizo lo que quiso».

Fue un punto de inflexión crucial para Merckx en otro sentido: perdió su miedo a las montañas. Se dio cuenta de que ningún escalador era lo suficientemente fuerte como para amenazarlo cuando podía mantener un ritmo y velocidad; podían llegar a sacarle unos metros, pero al final estaba seguro de atraparlos. Esta era la misma regla que habían seguido tanto Coppi como Anquetil, y la misma que seguirían Hinault e Induráin con el paso del tiempo. Merckx también se dio cuenta de que el esfuerzo que le suponía neutralizar a un escalador sobre una montaña no era mucho mayor que el que tenía que hacer en el llano, recuperándose igual de rápido de ambos. Ahora sentía que podía cuidar de sí mismo en todos los terrenos. Estaba listo para el Tour de Francia.

Extracto del libro Merckx. Mitad hombre, mitad máquina, escrito por William Fotheringham. Conseguir el libro en ESTE ENLACE

Presentación del libro ‘Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey’

Ander Izagirre Giro de Italia Libros más vendidos  16122021_Presentacion_AnderHorrillo Presentación del libro 'Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey'

Hasta ahora solo habíamos presentado libros editados por nuestra editorial en la librería deportiva que abrimos en septiembre en Bilbao. Pero no queremos que nuestra librería se limite solo a acercaros autores/as que publican con nosotros o libros que hayamos editado bajo nuestro sello. Nos gustaría que la librería de Bilbao fuera un punto de encuentro para la mejor literatura deportiva y poder escuchar y acercaros las voces más interesantes del periodismo, las crónicas deportivas o simplemente, del deporte actual.

Y el próximo jueves 16 de diciembre llegará Ander Izagirre. Un escritor que nos maravilló hace ya más de una década con su Plomo en los bolsillos y que tras regalarnos grandes obras más alejadas del ciclismo, volvía a publicar este año otro libro muy ciclista. En este caso fija su mirada en el Giro de Italia con un libro con un curioso título: Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey. Le acompañará en esta ocasión un muy buen conocedor del Giro de Italia, el exciclista ermuarra Pedro Horrillo.

Aunque ya tenemos todo el aforo de la librería cubierto, si queréis dejar vuestro nombre en la lista de espera por si hay bajas, podéis dejarnos vuestro nombre y email en el siguiente  ENLACE y os avisamos en caso de que haya algún hueco de última hora.

Día: 16 de diciembre, jueves
Hora: 19:00
Lugar: Librería LDR Sport – Libros de Ruta

C/ Gordóniz 47B
48012 Bilbao

¡Te esperamos!