La Historia del Giro de Italia: la ‘Corsa Rosa’ en libros

El ciclismo es mucho más que un deporte; es una experiencia, una pasión, una forma de vida. Y dentro del mundo del ciclismo, hay pocas competiciones que sean tan emblemáticas y emocionantes como el Giro de Italia. Desde sus humildes comienzos hasta convertirse en uno de los eventos deportivos más importantes del mundo, el Giro ha cautivado a ciclistas y aficionados por igual durante más de un siglo.

Orígenes del Giro de Italia

La historia del Giro de Italia se remonta a principios del siglo XX, en una época en la que el ciclismo estaba en pleno auge en Europa. La idea de organizar una carrera de ciclismo de larga distancia por Italia surgió en 1908, cuando el editor del periódico La Gazzetta dello Sport, Emilio Costamagna, buscaba una forma de aumentar las ventas de su publicación.

El primer Giro de Italia se celebró en 1909 y constaba de ocho etapas, con un recorrido total de más de 2.400 kilómetros. Aunque en comparación con las ediciones actuales pueda parecer modesto, en aquel entonces fue un desafío monumental para los valientes ciclistas que se aventuraron a participar. Luigi Ganna fue el ganador de esa primera edición que arrancó el 13 de mayo, estableciendo así el inicio de una carrera que ha ido creciendo y que perdura hasta nuestros días.

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La evolución del Giro

A lo largo de los años, el Giro de Italia ha experimentado numerosos cambios y ha ido evolucionando a la par que la sociedad italiana. Desde la introducción de la clasificación general en 1911 hasta la inclusión de etapas de montaña y contrarreloj, la carrera ha ido adaptándose también a medida que el deporte del ciclismo ha progresado.

Uno de los aspectos más destacados del Giro es su variado y desafiante recorrido. A lo largo de las décadas, los organizadores han buscado constantemente nuevas rutas y terrenos para poner a prueba las habilidades de los ciclistas. Desde las altas montañas de los Alpes y los Apeninos hasta las pintorescas costas del Adriático y el Tirreno, el Giro ofrece un espectáculo visual incomparable mientras los corredores atraviesan paisajes impresionantes y ciudades históricas.

Momentos legendarios del Giro

A lo largo de su larga historia, el Giro de Italia ha sido escenario de innumerables momentos memorables y emocionantes. Recordamos, por un lado, grandes batallas en las etapas de montaña, y, por otro, esprints finales llenos de drama. Adaptando su recorrido muchas veces a las características de las estrellas italianas del momento, la carrera ha proporcionado a los aficionados al ciclismo momentos inolvidables año tras año.

Uno de los momentos más icónicos en la historia del Giro ocurrió en 1949, cuando Fausto Coppi y Gino Bartali, dos de los más grandes ciclistas italianos de todos los tiempos, protagonizaron un épico duelo en las etapas de montaña. Con el país entero pendiente de su enfrentamiento, Coppi finalmente emergió como el vencedor, consolidando su lugar en la leyenda del ciclismo italiano.

Libros recomendados sobre el Giro de Italia

Para aquellos que desean sumergirse aún más en la fascinante historia del Giro de Italia, hay una serie de libros que ofrecen una visión única y perspicaz de esta legendaria carrera ciclista. Aquí os dejamos algunas recomendaciones:

1. Giro d’Italia: The Story of the World’s Most Beautiful Bike Race de Colin O’Brien – Este libro ofrece una mirada detallada a la historia del Giro de Italia, desde sus inicios hasta la actualidad. Con fotografías impresionantes y relatos cautivadores, es una lectura obligada para cualquier aficionado al ciclismo.

2. El Giro de Italia de Dino Buzzati – Este libro narra el emocionante duelo entre Fausto Coppi y Gino Bartali en el Giro de Italia de 1949, considerado por muchos como el más grande enfrentamiento en la historia de la carrera.

3. Corsa Rosa. A history of the Giro d’Italia de Brendan Gallagher – En este libro, el autor explora la rica historia del Giro de Italia a través de las historias de algunos de los ciclistas más legendarios que han participado en la carrera. Desde las hazañas heroicas hasta las tragedias desgarradoras, ofrece una visión completa y conmovedora del evento.

4. Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey de Ander Izagirre – El autor de Plomo en los bolsillos fija en esta ocasión su mirada en el Giro de Italia, repasando tanto sus leyendas como otras curiosidades de su historia.

Conclusiones

El Giro de Italia es mucho más que una simple carrera ciclista; es una celebración de la pasión, la determinación y el espíritu humano. A lo largo de sus más de cien años de historia, la carrera ha inspirado a generaciones de ciclistas y aficionados, y su legado perdurará por muchos años más. Con su emocionante recorrido, sus momentos inolvidables y su rica tradición, el Giro de Italia continúa siendo uno de los eventos deportivos más emocionantes y emocionantes del mundo.

Los maillots de ciclismo más bonitos y relevantes de la historia: elegancia sobre ruedas

Ciclismo profesional Giro de Italia Libros de Ruta Tour de Francia Vuelta a España  maillots-300x300 Los maillots de ciclismo más bonitos y relevantes de la historia: elegancia sobre ruedas El ciclismo es mucho más que una competición deportiva, es una pasión que ha perdurado a lo largo de los años. A medida que los ciclistas pedalean por montañas, llanuras y carreteras de todo el mundo, no solo demuestran su resistencia y destreza, sino que también llevan consigo la historia y la tradición de este deporte en forma de maillots. Estas prendas no solo representan la identidad de los equipos y los patrocinadores, sino que también simbolizan la grandeza de los ciclistas que las han llevado. En este artículo, exploraremos algunos de los maillots de ciclismo más bonitos y relevantes de la historia, y recordaremos a los grandes campeones que los han vestido.

1. El maillot amarillo del Tour de Francia: el sueño de todo ciclista

El Tour de Francia es la competición ciclista más prestigiosa del mundo, y el maillot amarillo es el más codiciado. Este icónico maillot se introdujo en 1919 y se ha convertido en el símbolo de la excelencia en el ciclismo de carretera. Llevarlo pone a los ciclistas en el centro de atención y les otorga un estatus de celebridad instantánea. Grandes nombres como Eddy Merckx, Jacques Anquetil y Miguel Induráin han vestido el maillot amarillo, convirtiéndolo en un emblema del éxito y la perseverancia.

2. El maillot arcoíris del Campeonato Mundial: un honor efímero

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El día que Merckx se convenció de que podría ser invencible en Lavaredo

De todas las fuerzas hostiles a las que temen los ciclistas la nieve húmeda en las montañas es la que más los intimida. Al caer al suelo se derrite, provocando una rociada constante de agua a temperatura que roza la congelación. En un instante el ciclista se verá empapado por lo que le salta desde abajo, mientras que por encima la nieve cae sobre sus brazos y piernas desnudos, mientras el frío les quema la piel. Además del desafío que supone tener que superar pasos montañosos -algo de por sí formidable bajo temperaturas benignas- los descensos son un infierno helado, en el que unos dedos entumecidos tratan de accionar las manetas de freno sin apenas conseguirlo, mientras que las salpicaduras del suelo y los copos de nieve ciegan los ojos mientras estos intentan discernir dónde queda la siguiente curva de herradura. La hipotermia lleva al cuerpo y a la mente hasta el límite. Eso es a lo que se enfrentaron los ciclistas en la tarde de aquella decimosegunda etapa de la carrera de tres semanas que es el Giro de Italia, cuando la carrera se dirigía rumbo a Lavaredo. Aquella mañana había comenzado a llover en la salida, que estaba en Gorizia, y los estuvo empapando a lo largo de todo el día; pero cuando se acercaron a la ascensión final la lluvia se convirtió en nieve.

 

Por encima de la ciudad de Misurina, la Cima Piccola, la Cima Grande y la Cima Ovest de Lavaredo (Las Tres Cimas) se elevaban como dedos, todas ellas rondando los tres mil metros de elevación, en lo alto de la carretera militar que conduce al refugio Auronzo. Desde 1914 y hasta 1917 estas cimas habían marcado la frontera entre las fuerzas italianas y austriacas; la subida al refugio, a 2333 metros de altitud sobre el nivel del mar, se ha convertido en una de las ascensiones clásicas del Giro de Italia desde 1967. Aquel año, los ciclistas, sufriendo por unos desarrollos nada adecuados y bajo una tormenta de nieve, fueron empujados hasta la cima por los tifosi, por lo que la etapa fue declarada nula; en 1968, para evitar que se repitiera lo mismo, los organizadores pidieron a la policía que se alineara a lo largo de la carretera. Al igual que San Remo, Lavaredo es un lugar clave para el progreso del joven Eddy Merckx en los libros de récords. Aquí, ante la mayor adversidad que había visto el ciclismo de competición hasta la fecha, y a pesar de esa tormenta, Merckx consiguió cerrar un hueco de diez minutos que tenía respecto al grupo de escapados para ganar la etapa y sellar la primera victoria belga en el Giro de Italia.

Cuando llegó a las faldas de las Tres Cimas aquel día, dispuesto a subir la escalinata al Olimpo, Merckx ya sabía lo suficiente sobre el ciclismo profesional. Para un chico católico que había crecido en un pequeño suburbio relativamente cerrado en el que la conformidad lo era todo y en el que se observaban las reglas con gran severidad, el mundo del profesionalismo debió de ser todo un baño de realidad. Como amateur Merckx no había competido demasiado a nivel internacional. No conocía la agresividad común en las carreras italianas. Trataba de no entrar en chanchullos y no compraba ni vendía carreras, a pesar de que al haber ganado tantas carreras desde tan temprano podría haber conseguido una fortuna de hacerlo. Seguro que hubo ocasiones en las que le ofrecieran dinero por «perder» una carrera, pero no hay constancia de que jamás hiciera lo mismo.

(…)

En la salida de la etapa a Lavaredo, el decimoprimer día de carrera, la carrera seguía abierta. Michele Dancelli, el que había quedado cuarto en la Milán-San Remo de 1966 que ganó Merckx, era el portador de la maglia. Era un ciclista rocoso en las carreras de un día, pero como escalador era ramplón y estaba claro que lo iba a pasar muy mal cuando la carrera llegara a los Dolomitas. Merckx estaba en segunda posición, a dos minutos, y entre los favoritos -Merckx, Gimondi, Adorni, Gianni Motta, Italo Zilioli- no había aún nadie que estuviera destacado, así que llegaba el momento de que alguien de este pequeño grupo mostrase sus intenciones. «Llovía en la salida, y era una etapa larga, de doscientos cincuenta kilómetros si recuerdo bien», dice Adorni. «Una tappa mitica». Una etapa para la leyenda.

Al acercarse la penúltima ascensión, el Passo Tre Croce, parecía que un grupo de seis hombres que contaban con una ventaja de diez minutos se disputaría la etapa. Como de costumbre Merckx estaba echando humo por detrás. Todo el mundo apostaba a que Gimondi ordenaría a su equipo endurecer el ritmo desde el principio y evitar así que el belga atacara. Merckx quería ser el primero en soltar el guante, pero Adorni le advirtió que esperara. «No hacía más que repetir “no lograremos atraparlos”, pero yo le decía “espera, todavía no es el momento de declarar la guerra”. Atacó a dos ascensiones de la meta y se escapó. Le pedí al director deportivo que lo detuviera, y me dijo “¿y si me dice que no?”. Y yo respondí “pues si hace falta lo sacas de la carretera. ¡Pero haz el favor de detenerlo!”». Tras un intercambio de opiniones Merckx acabó deteniéndose, simulando un cambio de rueda para que no pareciese que se había detenido de manera deliberada. «En las Tre Croce me miró y le dije “ataca”, Gimondi salió a su rueda y reventó». Tras ello sería el propio Adorni quien saltó en pos del belga. Poco después, cuando el esfuerzo de atrapar a Merckx le pasó factura, el italiano dijo que su líder tendría que arreglárselas solo. «Soy ciclista, no una motocicleta» dijo después de llegar a meta.

Lo que se vio esa tarde en las alturas de Cortina d’Ampezzo fue, básicamente, una carrera de obstáculos, en la que Merckx se abría camino esquivando a los ciclistas que se encontraba carretera arriba, pasando a los que iban más lentos como si estuvieran parados. Ambos grupos, el de la escapada y el pelotón, estaban hechos pedazos. Giancarlo Polidori fue el último en sucumbir, a dos kilómetros de la línea de meta.

Las imágenes de Lavaredo son míticas: Merckx con los brazos descubiertos, apenas visible tras los copos de nieve que caen mientras varios centímetros de nieve se apilan en los márgenes de la carretera, y la gente en la meta cubiertos con impermeables y abrigos. Cruzó la línea, empujó a unos pocos que intentaban mantenerlo erguido y fue cubierto de mantas, todavía con los pies enlazados a su bicicleta por los rastrales. Motta y Zilioli terminaron a más de cuatro minutos, Gimondi a seis… unas diferencias increíbles para una única etapa de montaña. Gimondi, el vigente campeón y favorito tras su victoria en la Vuelta a España aquella misma primavera, apareció más tarde en la televisión italiana con lágrimas en los ojos, pidiendo perdón por haber defraudado a la gente. Los paralelismos con Coppi sobre las carreteras italianas resultaban obvios, y fueron puestos en relieve como correspondía. Los titulares del día siguiente incluían «sua majestia Merckx». Jean Bobet escribió: «Ha resucitado, dándole nuevo lustre, el concepto del campeón que funciona en todos los terrenos, lo que resulta de lo más vivificante para todos nosotros. La última generación de campeones era una generación de especialistas. Van Looy en las clásicas, Anquetil en las vueltas y contrarrelojes, Gaul en las montañas. Merckx es un campeón tanto en las pistas de los velódromos cubiertos durante el invierno, como en la París-Roubaix o en el Tour de Francia». Bobet alababa la sabiduría de Merckx, caracterizándolo como «maduro, con los pies en el suelo, sosegado y deudor de gran parte de sus éxitos a su sentido de la organización. No está disputando una temporada, sino toda una trayectoria». Y no olvidemos que aún no había cumplido los veintitrés años.

El resto del Giro fue un mero formalismo, tal y como se esperaría tras un golpe mortal como ese. Era la primera victoria belga en el Giro, pero ese pequeño logro histórico no significaba nada comparado con la importancia de la victoria para el propio Merckx. Desde que pasó a profesionales había logrado la Milán- San Remo, los mundiales y la París-Roubaix. Se había labrado una gran reputación, había conseguido un fichaje de relumbrón con el que se convertía en el líder en solitario de uno de los mejores equipos del ciclismo y su respuesta fue lograr el Giro. Lavaredo fue el momento de su confirmación. «Una victoria de lo más lógica teniendo en cuenta cómo había corrido, dada su fortaleza física, pero allí comprendió de verdad a lo que podía aspirar», dice Adorni. «Antes, cuando disputaba una carrera por etapas, no sabía de lo que su físico era capaz. No sabía qué podía ocurrir, la fuerza que tenía. Después del Giro y el Tour, hizo lo que quiso».

Fue un punto de inflexión crucial para Merckx en otro sentido: perdió su miedo a las montañas. Se dio cuenta de que ningún escalador era lo suficientemente fuerte como para amenazarlo cuando podía mantener un ritmo y velocidad; podían llegar a sacarle unos metros, pero al final estaba seguro de atraparlos. Esta era la misma regla que habían seguido tanto Coppi como Anquetil, y la misma que seguirían Hinault e Induráin con el paso del tiempo. Merckx también se dio cuenta de que el esfuerzo que le suponía neutralizar a un escalador sobre una montaña no era mucho mayor que el que tenía que hacer en el llano, recuperándose igual de rápido de ambos. Ahora sentía que podía cuidar de sí mismo en todos los terrenos. Estaba listo para el Tour de Francia.

 

Extracto del libro Merckx. Mitad hombre, mitad máquina, escrito por William Fotheringham. Conseguir el libro en ESTE ENLACE