Mathieu van der Poel, el rey del ciclocross
Mathieu van der Poel lo ha vuelto a hacer. No es una sorpresa que haya ganado el Mundial de ciclocross, pero hace una década parecía imposible que alguien igualara el récord de Erik De Vlaeminck con su séptimo título. Un registro que parecía intocable, un número que solo los más fanáticos del barro se atrevían a mencionar sin soltar una risa nerviosa. Pero aquí estamos: Van der Poel ya no solo es el mejor de su generación, sino que ha alcanzado la altura de los dioses del ciclocross. Y eso, amigos, no es cualquier cosa.
La pregunta es inevitable: ¿cómo se compara el neerlandés con el mítico belga? ¿Quién ha sido más dominante en su época? Vamos a echar un vistazo, sin miedo a meter los pies en el barro, como corresponde.
Erik De Vlaeminck, el pionero del ciclocross moderno
Para entender lo que hizo Erik De Vlaeminck en su tiempo, hay que retroceder a finales de los años 60 y principios de los 70, cuando el ciclocross todavía era una especialidad marginal fuera de Bélgica, Francia y Suiza. De Vlaeminck no solo lo convirtió en su hábitat natural, sino que lo llevó a un nivel que nadie había visto antes.
Entre 1966 y 1973, el belga ganó siete títulos mundiales en ocho años. Solo se le escapó el de 1967, cuando Renato Longo le arrebató la victoria y su primer título llegó en el País Vasco, concretamente en Beasain. En aquella época, el ciclocross no era tan profesional como ahora. Había corredores que lo combinaban con la carretera, otros que lo usaban como entrenamiento invernal y, sobre todo, no existía la especialización extrema de hoy en día. Además, Erik no era un tipo que solo brillaba en los circuitos embarrados de Bélgica. También tuvo una notable carrera en la carretera, llegando a ganar una etapa en el Tour de Francia. Pero su legado es, sin duda, el de haber elevado el ciclocross a un deporte de culto en su país.
Mathieu van der Poel, el artista que lo hace todo fácil
Comparar épocas siempre es complicado. El ciclocross de ahora no tiene nada que ver con el de los años 70. Los circuitos son más artificiales, el material ha evolucionado una barbaridad y la preparación es completamente distinta.
Sin embargo, si hay algo que une a Van der Poel con De Vlaeminck es su dominio absoluto. El neerlandés ha tardado más en llegar a los siete títulos, ya que su primer Mundial lo ganó en 2015 y desde entonces ha tenido algunos altibajos, sobre todo por culpa de un tal Wout van Aert, su gran rival de estos años. Aun así, cuando ha estado en forma, nadie ha podido pararle.
Van der Poel tiene una forma de correr que parece sacada de un videojuego. Hace cosas que parecen imposibles, como si la gravedad y la fatiga no fueran con él. Su capacidad para acelerar en cualquier momento, su técnica en los descensos y su dominio de la bici en los terrenos más complicados le han convertido en una referencia absoluta.
Pero lo que le distingue de De Vlaeminck es su versatilidad. El belga fue un ciclocrossman puro con alguna incursión en la carretera. Van der Poel, en cambio, es un todoterreno: ha ganado Monumentos como la Milán San-Remo, el Tour de Flandes o la París-Roubaix y un Mundial de carretera. Ha sido campeón del mundo de gravel y solo se le resiste el título en el mountain bike y los Juegos Olímpicos. Es el ciclista definitivo de la era moderna, capaz de competir al máximo nivel en varias disciplinas sin que su rendimiento se resienta.
¿Quién es el mejor?
Aquí es donde las comparaciones son odiosas. De Vlaeminck fue el mejor de su tiempo en ciclocross, sin discusión. Van der Poel, por su parte, no solo domina en el barro, sino que ha trascendido el ciclocross para convertirse en una estrella mundial del ciclismo en general.
Si miramos únicamente los Mundiales, la igualdad es total: siete títulos cada uno. Pero si ampliamos el foco, la balanza se inclina a favor de Van der Poel. Su palmarés en carretera no tiene comparación con el de De Vlaeminck, y su impacto mediático es mucho mayor. Aun así, los más puristas del ciclocross siempre tendrán un argumento a favor del belga: su dominio fue más prolongado y se produjo en una época en la que el ciclocross tenía más incógnitas, menos tecnología y muchas más adversidades.
Los otros grandes nombres del ciclismo
Van der Poel y De Vlaeminck han hecho historia, pero no han sido los únicos en dejar una huella imborrable en este deporte. Si echamos un vistazo a la historia del ciclismo, encontramos muchas figuras que han marcado una era:
- Eddy Merckx: «El Caníbal», el ciclista más dominante de todos los tiempos. Cinco Tours, cinco Giros, una Vuelta, siete Milán-San Remo… la lista de su palmarés parece un inventario de museo.
- Bernard Hinault: El último gran campeón a la antigua, con cinco Tours y una mentalidad implacable. «Si sufres, que no se note», decía.
- Fausto Coppi: El héroe de la posguerra, el primero en hacer del ciclismo algo más que una carrera de resistencia. Su elegancia sobre la bici sigue siendo legendaria.
- Miguel Indurain: Cinco Tours consecutivos con una frialdad que parecía de otro mundo. Nadie ha dominado la Grande Boucle con tanta autoridad desde entonces.
- Marianne Vos: Probablemente la ciclista más completa de la historia, capaz de ganar en carretera, ciclocross y pista con una facilidad asombrosa.
- Peter Sagan: Un genio del espectáculo, tres veces campeón del mundo y uno de los corredores más carismáticos de la era moderna.
Cada época tiene sus referentes, sus dominadores y sus historias que contar. Van der Poel ha escrito otra página dorada con su séptimo Mundial, pero en el ciclismo, la historia nunca se detiene. Habrá más campeones, más récords y más gestas. Porque si hay algo que nos enseñan estos corredores es que siempre hay otro reto esperando en el horizonte.