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Mathieu van der Poel, el rey del ciclocross

Actualidad Ciclocrós Libros de Ruta Reflexiones personales  1184px-Mathieu_van_der_Poel_Dubendorf_2020-300x259 Mathieu van der Poel, el rey del ciclocross Mathieu van der Poel lo ha vuelto a hacer. No es una sorpresa que haya ganado el Mundial de ciclocross, pero hace una década parecía imposible que alguien igualara el récord de Erik De Vlaeminck con su séptimo título. Un registro que parecía intocable, un número que solo los más fanáticos del barro se atrevían a mencionar sin soltar una risa nerviosa. Pero aquí estamos: Van der Poel ya no solo es el mejor de su generación, sino que ha alcanzado la altura de los dioses del ciclocross. Y eso, amigos, no es cualquier cosa.

La pregunta es inevitable: ¿cómo se compara el neerlandés con el mítico belga? ¿Quién ha sido más dominante en su época? Vamos a echar un vistazo, sin miedo a meter los pies en el barro, como corresponde.

Erik De Vlaeminck, el pionero del ciclocross moderno

Para entender lo que hizo Erik De Vlaeminck en su tiempo, hay que retroceder a finales de los años 60 y principios de los 70, cuando el ciclocross todavía era una especialidad marginal fuera de Bélgica, Francia y Suiza. De Vlaeminck no solo lo convirtió en su hábitat natural, sino que lo llevó a un nivel que nadie había visto antes.

Entre 1966 y 1973, el belga ganó siete títulos mundiales en ocho años. Solo se le escapó el de 1967, cuando Renato Longo le arrebató la victoria y su primer título llegó en el País Vasco, concretamente en Beasain. En aquella época, el ciclocross no era tan profesional como ahora. Había corredores que lo combinaban con la carretera, otros que lo usaban como entrenamiento invernal y, sobre todo, no existía la especialización extrema de hoy en día. Además, Erik no era un tipo que solo brillaba en los circuitos embarrados de Bélgica. También tuvo una notable carrera en la carretera, llegando a ganar una etapa en el Tour de Francia. Pero su legado es, sin duda, el de haber elevado el ciclocross a un deporte de culto en su país.

Mathieu van der Poel, el artista que lo hace todo fácil

Comparar épocas siempre es complicado. El ciclocross de ahora no tiene nada que ver con el de los años 70. Los circuitos son más artificiales, el material ha evolucionado una barbaridad y la preparación es completamente distinta.

Sin embargo, si hay algo que une a Van der Poel con De Vlaeminck es su dominio absoluto. El neerlandés ha tardado más en llegar a los siete títulos, ya que su primer Mundial lo ganó en 2015 y desde entonces ha tenido algunos altibajos, sobre todo por culpa de un tal Wout van Aert, su gran rival de estos años. Aun así, cuando ha estado en forma, nadie ha podido pararle.

Van der Poel tiene una forma de correr que parece sacada de un videojuego. Hace cosas que parecen imposibles, como si la gravedad y la fatiga no fueran con él. Su capacidad para acelerar en cualquier momento, su técnica en los descensos y su dominio de la bici en los terrenos más complicados le han convertido en una referencia absoluta.

Pero lo que le distingue de De Vlaeminck es su versatilidad. El belga fue un ciclocrossman puro con alguna incursión en la carretera. Van der Poel, en cambio, es un todoterreno: ha ganado Monumentos como la Milán San-Remo, el Tour de Flandes o la París-Roubaix y un Mundial de carretera. Ha sido campeón del mundo de gravel y solo se le resiste el título en el mountain bike y los Juegos Olímpicos. Es el ciclista definitivo de la era moderna, capaz de competir al máximo nivel en varias disciplinas sin que su rendimiento se resienta.

¿Quién es el mejor?

Aquí es donde las comparaciones son odiosas. De Vlaeminck fue el mejor de su tiempo en ciclocross, sin discusión. Van der Poel, por su parte, no solo domina en el barro, sino que ha trascendido el ciclocross para convertirse en una estrella mundial del ciclismo en general.

Si miramos únicamente los Mundiales, la igualdad es total: siete títulos cada uno. Pero si ampliamos el foco, la balanza se inclina a favor de Van der Poel. Su palmarés en carretera no tiene comparación con el de De Vlaeminck, y su impacto mediático es mucho mayor. Aun así, los más puristas del ciclocross siempre tendrán un argumento a favor del belga: su dominio fue más prolongado y se produjo en una época en la que el ciclocross tenía más incógnitas, menos tecnología y muchas más adversidades.

Los otros grandes nombres del ciclismo

Van der Poel y De Vlaeminck han hecho historia, pero no han sido los únicos en dejar una huella imborrable en este deporte. Si echamos un vistazo a la historia del ciclismo, encontramos muchas figuras que han marcado una era:

  • Eddy Merckx: «El Caníbal», el ciclista más dominante de todos los tiempos. Cinco Tours, cinco Giros, una Vuelta, siete Milán-San Remo… la lista de su palmarés parece un inventario de museo.
  • Bernard Hinault: El último gran campeón a la antigua, con cinco Tours y una mentalidad implacable. «Si sufres, que no se note», decía.
  • Fausto Coppi: El héroe de la posguerra, el primero en hacer del ciclismo algo más que una carrera de resistencia. Su elegancia sobre la bici sigue siendo legendaria.
  • Miguel Indurain: Cinco Tours consecutivos con una frialdad que parecía de otro mundo. Nadie ha dominado la Grande Boucle con tanta autoridad desde entonces.
  • Marianne Vos: Probablemente la ciclista más completa de la historia, capaz de ganar en carretera, ciclocross y pista con una facilidad asombrosa.
  • Peter Sagan: Un genio del espectáculo, tres veces campeón del mundo y uno de los corredores más carismáticos de la era moderna.

Cada época tiene sus referentes, sus dominadores y sus historias que contar. Van der Poel ha escrito otra página dorada con su séptimo Mundial, pero en el ciclismo, la historia nunca se detiene. Habrá más campeones, más récords y más gestas. Porque si hay algo que nos enseñan estos corredores es que siempre hay otro reto esperando en el horizonte.

Caos, sorpresas y espectáculo en Yorkshire 2019

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Foto: www.uci.ch

Qué mejor que comentar el desenlace de Yorkshire 2019 para comenzar con nuestros posts sobre temas de actualidad ciclista. Unos mundiales pasados por agua en los que, desgraciadamente, se ha hablado casi más de la mala climatología y la organización que de las gestas deportivas. En ese sentido, ha habido varios fallos bastante evidentes de la organización, como la falta de reacción durante la disputa de la crono masculina sub23 o los problemas de emisión televisiva de la prueba élite masculina. Sin embargo, nos ha parecido excesivo que haya habido periodistas criticando con dureza la propia elección de esta región británica como sede de los mundiales. Probablemente, con un temporal tan fuerte, la propia disputa de las pruebas podría haber quedado en el aire en otra ciudad o región. Es más, las mismas dantescas condiciones de viento, lluvia y frío han sido también un factor clave para poder presenciar unas pruebas espectaculares.

No podemos dejar tampoco al margen la polémica de los calcetines y la descalificación del neerlandés Nils Eekhoff en la prueba en línea masculina sub23. La UCI tiene un gran problema. Sus reglas nunca se aplican por igual dependiendo de las circunstancias, ni suelen ser estables en el tiempo. Demasiada variabilidad y pocos criterios uniformes en su aplicación. Además, suele obviar graves problemas existentes para centrarse en los detalles. Y en esas estamos en Yorkshire midiendo la longitud de los calcetines o cubrezapatillas de los ciclistas y descalificando justamente a un ciclista por algo por lo que apenas se descalifica a nadie durante toda la temporada. Si la regla del trascoche tras los pinchazos/caídas se interpreta de manera laxa durante la temporada, no se puede ser más papista que el Papa en un mundial. Los que vean la ETB entenderán este símil: un deporte serio no puede regularse como si fuera el «Conquis». No pueden cambiarse las normas o su interpretación sobre la marcha, en función de audiencias, filias o fobias.

En el terreno deportivo, el gran nombre de estos mundiales es, sin lugar a dudas, el de Annemiek van Vleuten. Su escapada triunfal de más de 100 kms ha pasado ya a los anales de la historia del ciclismo. Consiguió así su primera medalla en unos mundiales en línea, con un bronce en la contrarreloj. Su compatriota Anna van der Breggen brilló también en ambas pruebas, con dos platas en las dos modalidades. La irrupción de la norteamericana Chloe Dygert es el tercer nombre femenino de los mundiales, con un oro espectacular en la crono y una medalla de chocolate inesperada en la prueba en línea, que vaticina su enorme potencial.

Otro norteamericano deslumbró en juniors, esta vez en categoría masculina. Quin Simmons, un portento de Colorado que lo mismo destaca en esquí de montaña que machaca a muchos profesionales en pruebas de gravel. Hará un Evenepoel y lo veremos ya el año que viene en el Trek-Segafredo, saltándose así la categoría sub23. Le acompañará en el mismo equipo, pero en su caso tras un año 2020 de formación en un equipo sub23, el italiano Tiberi, vencedor destacado de la crono junior.

Y ya hemos mencionado las tres selecciones más destacadas de este mundial, tanto por medallero como por presencia en carrera: Países Bajos, Estados Unidos e Italia. De añadir un cuarto país, ese país tendría que ser Dinamarca. Fueron los únicos que pudieron hacer frente a una potente Italia en la prueba élite masculina del domingo. Francia y la potentísima Bélgica naufragaron, mientras los Países Bajos se la jugaron todo a un Mathieu van der Poel descomunal. Tanto en su decisivo ataque, como en su posterior pájara. Se golpeó con la barrera de las seis horas y apenas pudo llegar a meta a más de diez minutos del ganador Mads Pedersen. Parecía que volverían a estar juntos en un podio mundialista, como el podio junior de Florencia 2013 donde se impuso el neerlandés por delante de Mads Pedersen y el albanés Iltjan Nika, que curiosamente protagoniza una de las historias que recogemos en el volumen 3 de nuestra colección El Afilador.

¿Y la selección española? Mejor no hablar. Como en aquella famosa edición de Eurovisión: 0 points.