El ciclismo colombiano progresa con la ayuda de Dios

El ciclismo colombiano está de moda. Tras el segundo puesto de Rigoberto Urán en el Giro de Italia y el más reciente y más celebrado segundo puesto de Nairo Quintana en el Tour de Francia, Colombia puede convertirse tras la Vuelta en el único país que coloca a algún corredor en el podio de las tres grandes vueltas del 2013. Una nueva oleada de escarabajos que no hubiera sido posible sin aquellos primeros ciclistas que cruzaron el charco en los 80 para sorprender en las montañas a todos los europeos. Lucho Herrera, Fabio Parra, Patrocinio Jiménez, Edgar “Condorito” Corredor… Nombres de aquellos pioneros que se han quedado para siempre en la historia del ciclismo cuyas hazañas no hubieran sido posible sin la apasionada cobertura de los medios de comunicación colombianos, especialmente las emisoras de radio RCN y Caracol.

“The Cycling Anthology” es una más que recomendable colección de ensayos sobre ciclismo que empezaron a editarse el año pasado en el Reino Unido. Tras su primer volumen, publicado en otoño de 2012, publicaron un especial antes del Tour de Francia. En este segundo libro, nos encontramos con un precioso ensayo sobre los inicios del ciclismo colombiano en el Tour de Francia, escrito por Klaus Bello Gaitán (responsable del blog http://www.cyclinginquisition.com), del que rescatamos una curiosa anécdota que ilustra el esfuerzo que hicieron las emisoras de radio colombianas para acercar a su público las hazañas de los escarabajos en el Tour.

“Era el año 1983. Hector Urrego (periodista de RCN, que fue además la persona que movió los hilos con L’Equipe para llevar por primera vez a un equipo colombiano en 1980 al Tour del Porvenir) y su equipo tenían tanta pasión como escasos medios para retransmitir el Tour de Francia. En la era pre-internet, sus herramientas eran básicamente reproductores de cassette y un montón de monedas. Cuenta que una de sus primeras tareas diarias durante el Tour era ir a una oficina bancaria a por cambios. Posteriormente, cuando era necesario,tenían que encontrar una cabina desde la que llamar a Colombia y poder realizar la retransmisión.

Pero en una ocasión, al perder la señal aérea desde el coche en plena retransmisión, se vieron obligados a parar en el primer pequeño pueblo que se encontraron para intentar reanudar la retransmisión. No encontraron ninguna cabina, pero sí una pequeña iglesia. Pidieron permiso al párroco para efectuar una llamada. Amablemente, les dejó utilizar el teléfono de la sacristía, pensando que sería alguna llamada urgente a París.

Por supuesto, la llamada era a Colombia. Tras cerca de una hora de conferencia a Colombia, abandonaron la iglesia, no sin antes dejar un donativo, que Hector recuerda sería cercano a los 100 dólares. El viejo párroco les contestó que estaban siendo demasiado generosos…Cuando le llegara la factura, seguramente, descubriría que no lo fueron tanto.”