Review: ‘Ocaña’
«Lo que yo busco, por lo que yo soy ciclista, es atacar y mirar a los ojos de un rival, y verle en los ojos el miedo, y después del miedo, la derrota. Y cuando veo que está rendido, que está derrotado ya, me lleno de júbilo, es mi mayor alegría. El resto, el seguir solo, el ganar la etapa, los triunfos, los honores, todo eso es secundario, no es importante, son nada más que la consecuencia de la derrota del otro».
Como José Manuel Fuente ‘Tarangu’, cuya carga contra todo también se vio convertida en biografía –Ciclo de Dolor, que el autor cita en el libro y que llegó mucho antes, en 1977-, Ocaña está impregnado de dos cualidades que mueven toda su personalidad y que conviven grabadas a fuego en la novela homónima que Carlos Arribas y Cultura Ciclista han publicado hace apenas dos semanas. Son el fatalismo, esa manía tan española de hacernos sangre, imán para las catástrofes y el esperpento; y la voluntad de luchar, imponiendo acaso sobre esas dificultades un optimismo impostado.
No es éste el caso de Jesús Luis -el primero para una parte de su familia; el segundo, para la eternidad-, del niño que se dejaba las rodillas en los árboles de Vila, en la Vall d’Aran, y al que su madre llamaba a encerrarse en casa junto a su hermana Amparo a la hora de merendar para no sufrir en las chocolatinas de otros pequeños su propio hambre. El joven que no encontró cariño en un padre al que las torturas de su existencia han vuelto huraño, y que lo encuentra en Pierre Cescutti, su eterna inspiración deportiva; en Josiane, la mujer que le insufla en los pulmones París, y su clase; o simplemente, aquella Automoto «de color crema, con filos rojos» que con 14 años le abre los ojos y le dice que su destino respira goma y lana, y heridas, y traiciones.
«Toda su carrera (…) se movió siempre entre el heroísmo y la tragedia, sin término medio, como su personalidad«.
Arribas conquista desde el primer minuto con el verbo inconfundible y adictivo de sus crónicas, y añade a esa habilidad narrativa de su vis periodística una densidad que no es maraña, sino jungla donde todo convive en armonía. No miente al explicar que los diálogos, donde el autor posee por completo la voz de todos los personajes, no son sino decorados de una obra de teatro en la que conocemos primero al violento ebanista del que se viste Ocaña mientras aún viste el lila del Stade Montois; al «cabrón, hijoputa» del que tiene que disfrazarse después para batir a su eterna némesis, Eddy Merckx, así como a los otros españoles ilustres -y de los que en ningún caso deja títere con cabeza-; y en bohemio, viticultor y comentarista de muchas placas y pocos caudales, en la tercera parte de un libro en el que los abundantes saltos narrativos sumergen aún más al lector en la acción.
‘Ocaña’ es una obra brillante y vibrante. Quien busque en sus páginas retrotraerse a la propia niñez, saldrá más que satisfecho; aquel que aspire a un relato cronológico y detallado de sus hazañas encontrará mucho más que eso. El retrato del ciclismo de la época, de las estrecheces y rencillas de las pequeñas taifas españolas -ora una y hegemónica, como fue el KAS antes del debut profesional del ‘Francés’; ora muchas, aliados por la patria o rivales enconados con la supervivencia en juego- y de los grandes rostros del ciclismo europeo de los ’60 y ’70 son todos ellos magistrales. La crónica del enfermo de la velocidad, del eterno apátrida al que sólo la posteridad le devuelve el cariño que buscó, demuestra que en la historia del ciclismo sólo quedan las huellas de quienes la mordieron a dentelladas, sin pensar en el puestómetro. Un libro imprescindible para cualquier aficionado y un título que quedará para siempre entre los mejores de la literatura ciclista en castellano.
‘Ocaña’, Carlos Arribas. Barcelona: Cultura Ciclista, 2013. 395 pp. 18’99€. Disponible aquí.
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