Caos, sorpresas y espectáculo en Yorkshire 2019

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Foto: www.uci.ch

Qué mejor que comentar el desenlace de Yorkshire 2019 para comenzar con nuestros posts sobre temas de actualidad ciclista. Unos mundiales pasados por agua en los que, desgraciadamente, se ha hablado casi más de la mala climatología y la organización que de las gestas deportivas. En ese sentido, ha habido varios fallos bastante evidentes de la organización, como la falta de reacción durante la disputa de la crono masculina sub23 o los problemas de emisión televisiva de la prueba élite masculina. Sin embargo, nos ha parecido excesivo que haya habido periodistas criticando con dureza la propia elección de esta región británica como sede de los mundiales. Probablemente, con un temporal tan fuerte, la propia disputa de las pruebas podría haber quedado en el aire en otra ciudad o región. Es más, las mismas dantescas condiciones de viento, lluvia y frío han sido también un factor clave para poder presenciar unas pruebas espectaculares.

No podemos dejar tampoco al margen la polémica de los calcetines y la descalificación del neerlandés Nils Eekhoff en la prueba en línea masculina sub23. La UCI tiene un gran problema. Sus reglas nunca se aplican por igual dependiendo de las circunstancias, ni suelen ser estables en el tiempo. Demasiada variabilidad y pocos criterios uniformes en su aplicación. Además, suele obviar graves problemas existentes para centrarse en los detalles. Y en esas estamos en Yorkshire midiendo la longitud de los calcetines o cubrezapatillas de los ciclistas y descalificando justamente a un ciclista por algo por lo que apenas se descalifica a nadie durante toda la temporada. Si la regla del trascoche tras los pinchazos/caídas se interpreta de manera laxa durante la temporada, no se puede ser más papista que el Papa en un mundial. Los que vean la ETB entenderán este símil: un deporte serio no puede regularse como si fuera el «Conquis». No pueden cambiarse las normas o su interpretación sobre la marcha, en función de audiencias, filias o fobias.

En el terreno deportivo, el gran nombre de estos mundiales es, sin lugar a dudas, el de Annemiek van Vleuten. Su escapada triunfal de más de 100 kms ha pasado ya a los anales de la historia del ciclismo. Consiguió así su primera medalla en unos mundiales en línea, con un bronce en la contrarreloj. Su compatriota Anna van der Breggen brilló también en ambas pruebas, con dos platas en las dos modalidades. La irrupción de la norteamericana Chloe Dygert es el tercer nombre femenino de los mundiales, con un oro espectacular en la crono y una medalla de chocolate inesperada en la prueba en línea, que vaticina su enorme potencial.

Otro norteamericano deslumbró en juniors, esta vez en categoría masculina. Quin Simmons, un portento de Colorado que lo mismo destaca en esquí de montaña que machaca a muchos profesionales en pruebas de gravel. Hará un Evenepoel y lo veremos ya el año que viene en el Trek-Segafredo, saltándose así la categoría sub23. Le acompañará en el mismo equipo, pero en su caso tras un año 2020 de formación en un equipo sub23, el italiano Tiberi, vencedor destacado de la crono junior.

Y ya hemos mencionado las tres selecciones más destacadas de este mundial, tanto por medallero como por presencia en carrera: Países Bajos, Estados Unidos e Italia. De añadir un cuarto país, ese país tendría que ser Dinamarca. Fueron los únicos que pudieron hacer frente a una potente Italia en la prueba élite masculina del domingo. Francia y la potentísima Bélgica naufragaron, mientras los Países Bajos se la jugaron todo a un Mathieu van der Poel descomunal. Tanto en su decisivo ataque, como en su posterior pájara. Se golpeó con la barrera de las seis horas y apenas pudo llegar a meta a más de diez minutos del ganador Mads Pedersen. Parecía que volverían a estar juntos en un podio mundialista, como el podio junior de Florencia 2013 donde se impuso el neerlandés por delante de Mads Pedersen y el albanés Iltjan Nika, que curiosamente protagoniza una de las historias que recogemos en el volumen 3 de nuestra colección El Afilador.

¿Y la selección española? Mejor no hablar. Como en aquella famosa edición de Eurovisión: 0 points.

 

 

 

Juanfran de la Cruz nos habla de su libro sobre Gustaaf Deloor y la Vuelta a España

Juanfran de la Cruz Libros de Ruta Nuestros libros Reflexiones personales Un libro en ruta  20170611_102744-300x225 Juanfran de la Cruz nos habla de su libro sobre Gustaaf Deloor y la Vuelta a España Juanfran de la Cruz (Barcelona, 1979), licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido el autor premiado por Libros de Ruta en el II. Certamen Un libro en ruta. Este periodista, que formó parte durante una década de la redacción del diario 20minutos, y colaborador entre otros de la Agencia EFE, el dominical El Semanal o medios especializados como Pedalier, PDL Pro o Bike a Fondo nos hizo llegar la obra Gustaaf Deloor, de la Vuelta a la luna, en la que repasa la vida del ciclista belga ganador de las dos primeras ediciones de la Vuelta a España.
A la espera de que esta obra se publique en el primer trimestre del 2018, le hemos entrevistado para que nos hablé de su obra y también sobre la Vuelta a España, carrera de la que es un gran conocedor y al que ha dedicado muchas horas de investigación.

¿De dónde surge la idea de hacer este libro?

La figura de Gustaaf Deloor siempre me llamó la atención. No sabría decirte un motivo concreto. Supongo que más que por un hecho puntual todo viene de un proceso de años. Siempre me interesé por las prehistorias de la Vuelta a España, los amagos y envites previos a su nacimiento en 1935. Una historia apasionante, no especialmente conocida, pero que viene ya a bautizar la idiosincrasia de la Vuelta a España. El siguiente paso necesario en esa inquietud por los primeros tiempos de la carrera es Gustaaf Deloor. Y poco a poco vas indagando. Descubriendo. Curioseando. Sobre 2015, mientras andaba documentando un proyecto sobre el ciclismo en Extremadura que ha visto la luz recientemente, profundicé en algunos episodios deportivos del belga. Ese año se cumplían ochenta años de su primera victoria. Pero no encontré muchos guiños onomásticos. Fue un aniversario que pasó por el anonimato. Algo cruel, así lo pensaba, para con todo un primer ganador. Impensable con Luigi Ganna o Maurice Garin. Son tiempos los nuestros en los que homenajes y liturgias no son ajenos en el ciclismo profesional. En ese momento intensifiqué mi atención e inicié unas investigaciones más específicas. Y todos los caminos me empujaban hacia una vida más que interesante: esa experiencia bélica, ese intenso vínculo fraternal con Alfons, ese éxodo a los Estados Unidos, esa vinculación a la misión del hombre a la Luna…

¿Cuál ha sido el proceso de documentación y redacción de este libro?

La obra se sustenta sobre muchísimas horas de hemeroteca. Realmente no las podría cuantificar.  Ni tampoco me lo había planteado. Muchas, muchas… Prensa española, también francesa, belga e italiana… Al fin y al cabo el objetivo pasaba necesariamente por todo ese proceso. Y que se disfruta, porque las hemerotecas son lugares apasionantes. De forma paralela han sido fundamentales los testimonios de Eric de Keyzer o de dos familiares de Gustaaf, su viuda Roza y su hija Jeanette. De Keyzer fue el impulsor de los únicos fastos que ese año rememoraron a Gustaaf Deloor, y también a su hermano Alfons. En De Klinge, Bélgica, se descubrió una escultura urbana y se renombró una plaza. También se organizó una exposición sobre la dimensión deportiva de los Deloor y en algunas publicaciones aparecieron artículos sobre su figura. De Keyzer es el custodio de todo ese patrimonio de la historia de este deporte y su ayuda ha sido fundamental en esta aventura. Estoy muy agradecido y esa confianza supone toda una responsabilidad.

¿Qué es lo más sorprendente que has descubierto o crees que más sorprenderá a los lectores?

Gustaaf protagonizó un extraño incidente de aduanas en un puesto fronterizo entre Francia y Bélgica. Para mí fue un descubrimiento fascinante, me impactó. Fue noticia destacada en varios periódicos franceses. Y también en España, aunque días después, el eco de la prensa en aquellos tiempos. Si tuviera que avalar una sorpresa yo apostaría por ésta; pero en la obra también se recuperan otros pasajes de su vida que me parecen no menos sorprendentes. En toda su globalidad, en su vertiente deportiva y en su lado más humano, la vida de Gustaaf Deloor es impactante. Digna de guión.

¿Por qué crees que hay tan pocas cosas publicadas sobre la Vuelta a España?

Quizá por las idiosincrasias de la carrera y de su contexto, simplemente no había llegado el momento de que floreciera esta vertiente. Las prioridades eran otras. Y no se habían estimulado estas inquietudes. Es cierto que con respecto al Tour de Francia o el Giro de Italia la literatura de la Vuelta es mínima. Durante muchísimos años con apenas dos grandes obras, y las dos nacidas en 1985, año en el que se cumplían los 50 del nacimiento de la carrera. Ángel María de Pablos, por un lado, y Chico Pérez y Adrián Guerra, por el otro, firmaron dos iniciativas inéditas que  han tenido poca continuidad a través de pequeñas publicaciones de índole diputacional, centradas en ámbitos geográficos muy concretos tanto en lo temático como en la difusión… A día de hoy, yo diría que la obra de referencia es ¡Viva la Vuelta! de Lucy Fallon y Adrian Bell, editada por Cultura Ciclista. Me consta que esta editorial estaba trabajando en un volumen monográfico de fotografías inéditas. Los recuerdos visuales es un campo donde la historia de la Vuelta está por dibujarse. La memoria del blanco y negro existe, pero esparcida en artículos, volúmenes regionales o autonómicos o publicaciones especializadas… El acercamiento editorial al fenómeno de la Vuelta tiene muchos enfoques posibles, algo que se aprecia en el mercado anglosajón, en el belga o en el neerlandés. Y muchos están por estrenarse. Las recomendables memorias de Fernando Astorqui, Mi Vuelta, son un avance en esta dirección. Estoy convencido de que esta internacionalización que está viviendo la ronda española en los últimos años, esa apertura al mundo anglosajón en la que Chris Froome ha sido un embajador fundamental, tendrá sus efectos en el este campo. Miradas foráneas se acercarán a la Vuelta siguiendo el camino de Fallon y Bell.